Santificación es el acto de la gracia de Dios, mediante el
cual purifica al hombre que es pecador - y al mismo tiempo creyente - de las
tinieblas de la ignorancia, del pecado que lo inunda junto con sus deseos y
lujurias; y lo llena con el Espíritu de conocimiento, justicia y santidad, para
que - siendo separado de la vida del mundo y hecho conforme al corazón de Dios
- el hombre pueda vivir la vida de Dios.
Así como en el Antiguo Pacto, los sacerdotes acostumbraban
ser rociados con sangre, así mismo, la sangre de Jesucristo, que es la sangre
del Nuevo Pacto, sirve a este propósito – rociarnos a nosotros, constituidos
como sacerdotes por Él, para servir al Dios vivo. Es a este respecto: el
rociamiento con la sangre de Cristo - que principalmente sirve para la
expiación del pecado, y que es también la causa de nuestra justificación - que
pertenece la santificación.
Esta santificación no es completada en un simple momento;
sino que el pecado, del dominio del cual hemos sido liberados a través de la
cruz y la muerte de Cristo, es debilitado más y más en una perdida diaria, y el
hombre interior es día a día renovado más y más, mientras llevamos en nuestros
cuerpos la muerte de Cristo, y el hombre exterior va pereciendo.
On the Sanctification of Man
The Writings of James Arminius
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