La manera en que el Espíritu Santo trabaja llevando un alma perdida a la fe en Cristo, es una obra totalmente realizada por la gracia de Dios. La salvación es totalmente por gracia, y la condenación es totalmente por nuestro pecado. El pecador viene a Cristo mediante un proceso por el cual, es solo el Espíritu de Dios quien lleva a la persona al punto de una fe salvífica.
Quizá la siguiente ilustración puede ayudarnos a entender el concepto: imaginemos que despertamos y nos damos cuenta que estamos siendo transportados por una ambulancia al servicio de urgencias de un hospital. Es evidente que mi condición requiere atención medica urgente. Si no hago nada, finalmente seré llevado al hospital. Sin embargo, si por cualquier razón solicito ser bajado de la ambulancia, el conductor lo hará. Puede expresar su desacuerdo y dar una serie de advertencias, pero aun así me dejara ir. Yo no recibo absolutamente ni un mérito por ser llevado al hospital, pero sí tengo absolutamente toda la culpa al rehusar los servicios de la ambulancia. En esta ilustración yo no hago nada para llegar al hospital, de lo único que soy capaz es de resistir a ser llevado. Cualquier "contribución" que haga arruinará el proceso.
Ahora, dejemos que la ambulancia sirva como metáfora para el trabajo del Espíritu Santo en la conversión. Si yo creo, es porque (y solamente porque) el Espíritu Santo me trajo a la fe. Por otro lado, si no creo, es solo porque resistí creer. La única cosa que soy capaz de "hacer" es negativa. De esta manera, en forma simultanea se afirma que la gracia regeneradora de Dios es monergista, pero también resistible. Es monergista porque todo lo necesario en este escenario es que el Espíritu haga su obra y la persona se abstenga de actuar, pero por otro lado mantiene la resistibilidad en un sentido genuino de la palabra, ya que el inconverso rechaza una gracia que estaba genuinamente disponible. Siendo la única cosa de la que somos capaces: provocar condenación por nuestra propia resistencia.
Adaptado de: Salvation & sovereignty
Kenneth Keathley
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